viernes, 30 de noviembre de 2012

Confesiones de una historia


  La retórica de esta triste historia es saber que tu vida se me ha escapado entre los dedos y el silencio de tus labios pareciera ser la muerte de mi alma.

  En mi camino pintado de color gris el cielo se esconde de mis ojos rojos, en la lluvia tus lagrimas saben fusionarse con las mías haciéndose difusas en el firmamento y las gotas posan en mi piel decididas a no desprenderse. 

  Esta noche, mi dolor pareciera no acabar y el tormento de la soledad se volvió inmortal de una forma poco creíble en este ser desolado. Según dicen ¨todos debemos creer en la existencia de algo para poder seguir¨, pues yo creo que no puedo creer nada más, solo en el más allá y en la vida inmortal después de la muerte y que algún día mi vida se terminara en este mundo prisionero.
   No me puedo desprender de tu nombre y de ese pequeño corazón que supo cómo hechizarme de un solo beso y en un instante se adueñó de mis sueños convirtiéndolos en fantasías anheladas.


   No me queda nada, me siento atada a tu ausencia y la soledad se convirtió en juez y verdugo en esta condena…   
   -    Desata mis alas desgarradas por el filo de estas espinas para poder avandonar esta agonía.
   Por un momento, me quedo en silencio sin saber que decir hasta que soy capaz de reaccionar por mí misma, pensando en solo una cosa…

   Hoy hago un pacto con la muerte para volverte a ver aunque sea por unos segundos. Puede que sea absurdo a la vista de los ojos ajenos, desconocidos a este sentimiento y no los culpo por eso. Sin embargo, el tiempo conocerá como hacer las horas avanzar, pero nunca sabrá como olvidar tu recuerdo, desprendiéndote de mi alma desangrada por tu partida. Te convertiste en mi pena y en mis desvelos permanentes...
   Aun busco tu sombra en las paredes dejando caer mi esperanza hasta los pies. Ya no diferencio las noches de los días, las horas pasadas de las que aún están por llegar, y ya no reconozco el presente, el pasado y el futuro. El tiempo ha dejado de correr como si las agujas del reloj estuvieran cansadas y no tuvieran fuerzas para seguir moviéndose.

  Ahora puedo decir con total franqueza que mi vida está quemada casi por completo volviéndose cenizas esperando al viento para dejar de existir, en este mundo fuera de lo imaginario deformando mi vida en una historia pasajera. Solo me queda escribir en
 este pálido papel…
¡Adiós!. 
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