lunes, 25 de junio de 2012

Aquel secreto

En el crepúsculo de aquel día. Un sujeto de aspecto tétrico, deambula prácticamente desfallecido por las calles de la bella Venecia. Casi oculta por el manto de la noche aproximándose con discreción, dispuesta a silenciar esos sonidos rutinarios del día ya por acabar.

Solo un hombre, un vástago, un iluminati guardián que corre en busca de quien pueda ocultar su gran secreto, uno que debe prevalecer más allá de la historia y su vida misma. Corría tan rápido como le era posible, sus latidos se volvían difusos.
Las calles desiertas solo eran eco de los años de su vida.
Obligado a esconderse en las sombras desde siempre, no recordaba lo que era llorar, sin embargo allí estaban, sus últimas lagrimas dedicadas a una idea perdida…
En su frenética carrera atropelló a una mujer, derribando sus cajas y esparciendo zapatos por toda la empedrada calle. sin haber más tiempo, deposito el paquete en una de las cajas y torpemente ayudo a la mujer a levantarse.

- excuse señora – exclamo con poco aliento

Tomo su maletín y echó a andar de nuevo sin descansar, debía quitarles tiempo al seguirlo mientras la mujer desaparecía de la vista de los demás.
Entonces, en un segundo descuidado,  un disparo de origen desconocido acabó con el andar de sus pasos.
Ya todo había terminado este verdugo…
Y si bien, su vida no significaba nada, a pesar de todo, había cumplido su misión, el secreto estaba a salvo y ellos no lo sabrían, pues por un accidente había encontrado a quien lo podría ocultar.

Después de un largo viaje de vuelta a casa, la mujer deposito las cajas de zapatos en una mesa de cristal. Voltio su mirada hacia la cocina con la intención de encontrar algo para tomar mientras arregla los calzados perjudicados y entonces fue cuando lo vio, el pequeño envoltorio dentro de una de las botas
de manera paciente, una virtud que aprendió con los años de oficio, desenrollo el envoltorio y examino su contenido.
Como toda veneciana era devota de roma y su papa. Por ello conocía lo que ahora sostenían sus manos.
Una vieja copa, de madera tallada, simple, pero a la vez única. Era un grial.

La mujer se dispuso a salir de la casa con él en las manos, pero un ruido seco la hizo caer al suelo. Sin duda, la habían encontrado.
Aquel grial, fue tomado por los hombres y perdido en la historia.
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